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26 may 2013

Nos mudamos

En un blog, la interacción con los lectores lo es todo y, por unas razones o por otras, apenas hemos sabido conseguirla desde este sitio, a diferencia de lo que nos ocurre allí donde ahora nos mudamos definitivamente.

Continuamos publicando un cuento en los días impares de la semana en el sitio de Facebook en el que compartimos muchas historias más acerca de mil historias más que hablan de mil historias...

Os esperamos en "Letras y Música". ¡Nos vemos!

(¿Quieres conocer más historias?: visita también "La librería")




13 may 2013

Sólo un cuento

Érase una vez un lugar gobernado por imbéciles manejados por tiranos. La medianoche era eterna y sus gentes se alimentaban de la idea de que la calabaza se volvería carroza. Entretanto hacían de ella una cabeza con la que festejar un Halloween eterno. El príncipe era cualquier tipo corriente y algunos hijos y cualquier digno empleo era el sueño de princesa de toda hijastra. Todas las hadas no eran más que brujas. Cuando no había para llevar perdices a la sartén, es decir, casi siempre, se freían espárragos.

Este cuento corresponde al proyecto "Déjalo todo y salta" (el siguiente tras "Esa mirada azul", ya disponible aquí), que se edita a caballo entre este sitio del micronón (algunos de los cuentos más cortos) y el libro de cuentos, de próxima aparición. Los cuentos aquí seleccionados no formarán parte de la edición impresa, aunque sí de la edición digital.


12 may 2013

El tiovivo

Enrique pasea las calles con la cabeza baja, como indiferente, así como si transitara por una dimensión distinta a la de todos, en la que no se ven ni se escuchan ni se sienten las cosas de este mundo, puede que las de otro, más silencioso, uno de blancos y negros y cosas sencillas, que no exaltan ni emocionan, que no hacen reír ni llorar ni gritar, pero que están hechas igual para ser vividas, dentro de Enrique, a la manera de él. No es verdad que él no vea, escuche o sienta las cosas de este mundo, pero cómo éstas viven dentro de él sólo lo sabe Enrique, y quizás también unas pocas personas que lo conocen, las que saben de verdad que las cosas de este mundo, sí, también le acarician, pero que lo hacen por dentro, de una forma callada, silenciosa, misteriosa y extraña para el resto.

Con Enrique, que a sus treinta y ocho años nunca aprendió a engañar (como tampoco aprendió nunca a comprender un chiste, aunque es capaz de reírse como nadie con algunos que en casa ya le han contado muchas veces, porque son ya como de su propia familia, como mágicos y cercanos abracadabras que destapan la caja de las risas), las apariencias, sin embargo, engañan. Paseando las calles con la cabeza baja, puede que contando las rayas de las baldosas, o elaborando fantásticas historias en su cabeza, o ensimismado quién sabe si en algo mucho más complejo aún, algo que tal vez ninguno de nosotros podríamos ni llegar a imaginar, puede que nadie sepa que Enrique vive la vida intensamente, con esa intensidad del que tiene la vida viviendo dentro de él, acariciando por dentro.

Con su cuello de toro, su pelo a lo cepillo y su ceñida camisa bien remetida adentro de sus pantalones, Enrique es como un robusto boyescaut adolescente al que le cabe medio mundo en su pequeña e inseparable mochila. El otro medio lo lleva en las retinas. De camino al centro cívico no sólo se ha empapado de todas las aceras, baldosas, líneas, baches, tapas de alcantarilla, rayas blancas y negras de pasos de peatones. Además, ha echado en sus retinas a la gente del otro lado del cristal ahumado de la cafetería, que gesticula conversaciones silenciosas y opacas mientras sopla las tazas y bebe. Ha añadido también al coche blanco que entra y al rojo que sale de la cochera del 26, un edificio amarillo de cinco plantas. Aún le ha quedado sitio para sumar al niño y a la niña de los columpios, al que se mece cuidadoso y a la que de pie sobre el asiento se eleva hasta confundir su vestido verde con las copas de los sauces, y también al niño que persigue al perro, al perro que luego persigue al niño, al niño que después llora en el suelo y al perro que ladra y le lame la cara y al padre que se ríe y sube a caballito al niño que llora. Al llegar al centro cívico, aún le quedaba mucho sitio más en el que arrinconar todas las hojas y carteles de aquel mar del tablón de anuncios, a los lectores dispersos del otro lado de la cristalera de la biblioteca, los altos y los bajos y los jóvenes y viejos y calvos y gordos y estudiosos y distraídos, a las mamás que pasan con carrito y a las señoras que vienen con bolsa de la compra a talleres de manualidades, y a los niños que vienen a pasarse las horas en los ordenadores de uso público, y todos los juegos y fotografías y colores y sonidos que escupen los ordenadores. Y en la mochila caben trípticos y postales gratuitas, y marcapáginas, y guías de ocio y tantas y tantas cosas más.


Fragmento del cuento "El tiovivo", correspondiente al proyecto "Déjalo todo y salta" (el siguiente tras "Esa mirada azul", ya disponible aquí), que se edita a caballo entre este sitio del micronón (algunos de los cuentos más cortos) y el libro de cuentos, de próxima aparición. Los cuentos aquí seleccionados no formarán parte de la edición impresa, aunque sí de la edición digital.




10 may 2013

Todos los hombres

Todos los hombres reniegan de ser Peter Pan. Porque todos se creen, de una u otra forma, Supermán. Lo cómodo es pensar que sus habilidades son mucho más que un juego de niños.

Cuando salen a viajar, todos se creen Ulises. Lo cómodo es soñar que embabucan sirenas y Penélope teje.

Este cuento corresponde al proyecto "Déjalo todo y salta" (el siguiente tras "Esa mirada azul", ya disponible aquí), que se edita a caballo entre este sitio del micronón (algunos de los cuentos más cortos) y el libro de cuentos, de próxima aparición. Los cuentos aquí seleccionados no formarán parte de la edición impresa, aunque sí de la edición digital.



8 may 2013

El intercambio

No crea usted, vecino, que mi vida es mucho mejor que la suya. Yo también tengo esa sensación, al levantarme y mirar por la ventana, de que aquello es un cuadro.

Pero, en nuestro fuero interno, ambos pensábamos que la vida del otro era mejor, su mujer más hermosa, su casa más bonita, sus hijos más buenos y su trabajo más interesante. Con temor a la respuesta del otro, nos decidimos un día, no obstante, a proponer el intercambio.

Y fue verdad. Ninguna de las dos vidas era mejor. Ninguna mujer era más hermosa, ninguna casa más bonita, ningunos hijos más buenos, ningún trabajo más interesante. Entonces, atravesamos de nuevo el espejo, sin cruzarnos la mirada, apesadumbrados por el fracaso. Fue así como volvimos a nuestra vida peor, con nuestra mujer fea, nuestra casa vacía, nuestros hijos malcriados y aquellos trabajos aburridos.

Este cuento corresponde al proyecto "Déjalo todo y salta" (el siguiente tras "Esa mirada azul", ya disponible aquí), que se edita a caballo entre este sitio del micronón (algunos de los cuentos más cortos) y el libro de cuentos, de próxima aparición. Los cuentos aquí seleccionados no formarán parte de la edición impresa, aunque sí de la edición digital.


5 may 2013

Sueño del primer hombre

Cuando despertó, la costilla todavía estaba allí.

El trauma había sido sólo un horrible sueño. La palpación constató que todo seguía en su sitio. Se giró para seguir durmiendo del otro lado y, antes de cerrar los ojos, miró aquel fruto gravado por arancel. Estaba seguro de no tener el más mínimo interés en probarlo. Pero supo también que, si hiciera falta, claudicaría por aquel hermoso ser de su sueño. Supo también que, con seguridad, viviría con una cicatriz en el costado y, con certeza, con otra mayor en su alma de primer emigrado.

Este cuento corresponde al proyecto "Déjalo todo y salta" (el siguiente tras "Esa mirada azul", ya disponible aquí), que se edita a caballo entre este sitio del micronón (algunos de los cuentos más cortos) y el libro de cuentos, de próxima aparición. Los cuentos aquí seleccionados no formarán parte de la edición impresa, aunque sí de la edición digital.



3 may 2013

El primer desamor

No podía evitar espiarla a hurtadillas. Aquella enorme barriga, tersa y brillante, sensual y enigmática, tenía un efecto hipnótico para él. Era una redonda contenedora de belleza. Era como si todas las cosas de las que uno podría llegar a enamorarse en una vida vivieran encerradas allí en éxtasis.

En el hospital, el pequeño Julio observó, casi sin expresión, a su hermano recién nacido. Lentamente se acercó a la cama y levantó la sábana. Mantuvo su mirada fija en el triste vacío, durante siglos. Volvió en sí sólo para clavar sus ojos en los de ella, con decepción y desprecio.

Corrió al pasillo. Lloró en el suelo.

En aquellas lágrimas había un sabor nuevo, extraño y amargo. El sabor de la pérdida, del fraude, de la mentira, de las promesas incumplidas, del desamor, de la deslealtad. Un sabor demasiado amargo para ojos tan tiernos.

Este cuento corresponde al proyecto "Déjalo todo y salta" (el siguiente tras "Esa mirada azul", ya disponible aquí), que se edita a caballo entre este sitio del micronón (algunos de los cuentos más cortos) y el libro de cuentos, de próxima aparición. Los cuentos aquí seleccionados no formarán parte de la edición impresa, aunque sí de la edición digital.



1 may 2013

La estadística del miedo

Un monstruo vive debajo de cada nueve camas. No dan los presupuestos de cultura para más y se confía en que, de esta forma, perviva aún el miedo como patrimonio de la humanidad.

Este cuento corresponde al proyecto "Déjalo todo y salta" (el siguiente tras "Esa mirada azul", ya disponible aquí), que se edita a caballo entre este sitio del micronón (algunos de los cuentos más cortos) y el libro de cuentos, de próxima aparición. Los cuentos aquí seleccionados no formarán parte de la edición impresa, aunque sí de la edición digital.



29 abr 2013

Alejandrí@ 2.0

Nunca nadie, ni siquiera unos pocos años atrás, habría apostado por tal renacimiento cultural. Convivían en aquel espacio maravilloso pequeñas sabidurías (como seis mejillones en una lata, o como divertidos eructitos de los auténticos legados artísticos y vitales, siempre embellecidos con las imágenes de paraísos florales y bellas puestas de sol) con centenares de miles de fascinados seguidores, todos en masa con sus armas siempre a punto, puntero de ratón y botón de me gusta, disparando estulticias con la felicidad en la sonrisa de quien se alió con el conocimiento en la fugacidad de un beso.

Este cuento corresponde al proyecto "Déjalo todo y salta" (el siguiente tras "Esa mirada azul", ya disponible aquí), que se edita a caballo entre este sitio del micronón (algunos de los cuentos más cortos) y el libro de cuentos, de próxima aparición. Los cuentos aquí seleccionados no formarán parte de la edición impresa, aunque sí de la edición digital.




28 abr 2013

Fin de cuento

Y así fue como, mientras corría el vino y las bandejas de perdices, mientras la banda interpretaba alegres sones, la comensalía en su totalidad y los jóvenes y hermosos recién casados supieron que todo estaba bien, que todo era perfecto, y que aquel cuento estaba preparado para finalizar, cerrarse felizmente, sin fisura y sin continuación. Entretanto, en la casa vacía, un niño jugaba a aprendiz de alquimista…

Este cuento corresponde al proyecto "Déjalo todo y salta" (el siguiente tras "Esa mirada azul", ya disponible aquí), que se edita a caballo entre este sitio del micronón (algunos de los cuentos más cortos) y el libro de cuentos, de próxima aparición. Los cuentos aquí seleccionados no formarán parte de la edición impresa, aunque sí de la edición digital.



26 abr 2013

Vida de perros

Yo, qué quieren que les diga, ya le había cogido gusto a eso de comer en el suelo, respirar por la lengua, mear en los árboles, jugar con cualquier trapo, dar unas cuantas vueltas antes de dormir… De hecho, era incluso feliz, y había olvidado ya el funesto motivo por el que había comenzado a llevar esa vida de perros. Pero aquel día se fue todo al garete.

De pronto me vi en el calabozo, arrestado por haber husmeado la entrepierna y las nalgas de aquella chica tan hermosa del metro. Una bofetada y unos cuantos golpes más del resto de viajeros, y la vergüenza de los insultos, del arresto y los cargos, y del sermón de aquel policía tan amable, que me hizo sentir como un niño al que le regañaban con paternalismo. Que no, hombre, que no, que llevar una vida de perros es una frase hecha, que no tiene nada que ver con transformarse en perro, y que, si usted puede, es incluso mejor intentar que su vida mejore, que no sea de perros.

Pero la verdad es que, por más que lo he intentado, desde que me soltaron no consigo dejar de sorprenderme subido en el sofá, ladrando y enseñando los dientes a ese imbécil, cada vez que sale por la tele con todas aquellas falsas promesas.

Este cuento corresponde al proyecto "Déjalo todo y salta" (el siguiente tras "Esa mirada azul", ya disponible aquí), que se edita a caballo entre este sitio del micronón (algunos de los cuentos más cortos) y el libro de cuentos, de próxima aparición. Los cuentos aquí seleccionados no formarán parte de la edición impresa, aunque sí de la edición digital.




24 abr 2013

Un tipo en el espejo

¡Pero no me digas que no sabes quien soy! ¡¿En serio?!, pregunta, extrañadísimo. Es que es precisamente lo que le estoy diciendo hace horas, que no caigo. Ya no me siento un imbécil por no reconocer a aquel tipo. Dispuesto a terminar con aquella conversación estúpida, me vuelvo, ya sin paciencia, y abandono definitivamente aquel lugar.

En el espejo, el tipo se queda desconcertado y triste, pensando si no es él quien se equivoca, confundiéndome, quizás, con algún otro. Se queda allí el reflejo de alguien que no conozco. 

Este cuento corresponde al proyecto "Déjalo todo y salta" (el siguiente tras "Esa mirada azul", ya disponible aquí), que se edita a caballo entre este sitio del micronón (algunos de los cuentos más cortos) y el libro de cuentos, de próxima aparición. Los cuentos aquí seleccionados no formarán parte de la edición impresa, aunque sí de la edición digital. 




22 abr 2013

Prodigio gaseoso

Me enseñó el diccionario y mi insana afición por el escrábel que todas las palabras son una misma cosa. Se transponen las letras, que van saltando de una palabra a otra, a veces incluso de una frase a otra. Éstas son cosas que ya sabían los griegos.

Me enseñó el diccionario que, por más que lo queramos, no podemos estar arrepentidos. Es cosa muy extraña que tiene que ver con la ausencia de transitividad y de valor sustantivo o adjetival.

¡Mostráos arrepentidos y os salvaréis!, exigía, capacitado, el inquisidor. No podemos, señor inquisidor, el diccionario no no los permite, respondía el pobre hereje.

¡Hala! ¡Por culpa del maldito diccionario, otro puñado de herejes a la hoguera! Tampoco se pudieron salvar muchas herejes, ni las arrepentidas, pobres ellas, aunque, en su caso, en este caso, la sustantividad sí las tocó. Bienaventuradas las arrepentidas, porque de ellas será el reino del diccionario. Amén. Y ¡a la hoguera! Si al menos las hubieran dejado enclaustrarse…

Durante siglos, tantas y tantos herejes, sustantivadas o meramente deverbales (y singulares), irrespetando las leyes divinas. Se acaba así en la hoguera, por herejía. De las hogueras salía olor a pollo, algunos grititos estúpidos, muchos gritos satánicos, blasfemias nunca bien ponderadas y demás excrecencias asquerosas. Cuando el diablo anda tras estas cosas, ya se sabe.

En una pira colectivizada (decenas de herejes ardiendo, como koljózniki hacinados en aras del bien colectivo), las herejes y los herejes explotaban como palomitas. De repente, explotó al unísono todo el conjunto de los arrepentidos. Sonaron como un solo y enorme pop. ¿Y eso?, preguntó el inquisidor, con extrañeza. A lo que un hereje, sin evidencia de arrepentimiento, asomó la nariz entre las llamas y respondió: las herejes, su excelencia, que son todas unas pedorrientas.

Este cuento corresponde al proyecto "Déjalo todo y salta" (el siguiente tras "Esa mirada azul", ya disponible aquí), que se edita a caballo entre este sitio del micronón (algunos de los cuentos más cortos) y el libro de cuentos, de próxima aparición. Los cuentos aquí seleccionados no formarán parte de la edición impresa, aunque sí de la edición digital.  





21 abr 2013

Ocaso dicromático

Una buena parte del pueblo, que podía medirse, a ojo de buen cubero, como la mitad, apuntó sus armas hacia el oeste. Otra muy buena parte también, de la que algunos dijeron que era aproximadamente la mitad, apuntó sus armas hacia el este. La tarde era plomiza, el cielo rojizo. La paz es siempre quebradiza y débil. El silencio era afilado y frío. Algunos pocos ojos lo observaban todo desde las ventanas. Alguien silbó una melodía misteriosa y ausente. Aparecieron, volando, las cornejas. Algunos las vieron a su diestra, otros a su siniestra. Estalló un caos de explosiones, gritos y lenguas desbocadas. Algunos corazones se salían de las bocas. Habían comenzado las elecciones. Mañana, como siempre, sería un día distinto.

Este cuento corresponde al proyecto "Déjalo todo y salta" (el siguiente tras "Esa mirada azul", ya disponible aquí), que se edita a caballo entre este sitio del micronón (algunos de los cuentos más cortos) y el libro de cuentos, de próxima aparición. Los cuentos aquí seleccionados no formarán parte de la edición impresa, aunque sí de la edición digital.  




19 abr 2013

Amor a cachos

El otro día encontré un dedo de mujer en el bolsillo de la chaqueta de mi marido. Con anillo y todo. De mi talla. Éste.

El domingo él estuvo trabajando en el jardín, durante todo el día. Por la tarde, el perro ladraba, y anduvo toda la noche escarbando. Entre los tulipanes ha crecido una flor muy extraña, con cuatro pétalos, blanca y acartonada. En ninguno de sus pétalos tiene anillo.

Ayer saqué pollo a descongelar. Entre los congelados, una teta con un pezón muy tieso me miraba. Me estoy empezando a preocupar. Creo que mi marido me engaña con otra. 

Este cuento corresponde al proyecto "Déjalo todo y salta" (el siguiente tras "Esa mirada azul", ya disponible aquí), que se edita a caballo entre el libro del mismo nombre y este sitio del micronón. Los cuentos aquí seleccionados no formarán parte de la edición impresa, aunque sí de la edición digital. 




17 abr 2013

Las vidas del café

El contador de cuentos carga su taza de café. De la cafetera va cayendo el sol, la lluvia y el sudor, lentamente humeantes y negros, amargos y estimulantes. Ahora el café es la taza. El contador de cuentos teclea y bebe. El teclado es la historia, el café es el contador de cuentos. Ahora la historia es una bestia de varias cabezas que lucha contra ella misma y rueda sobre el suelo. A ella misma se golpea y, a cada golpe, se transforma de nuevo. Algunas de las cabezas mueren. Caen como hojas secas, o como sueños al pie de guillotinas bruñidas e impolutas, y ruedan hasta desaparecer. Otras cabezas nacen y nadie sabe cuál será el aspecto final de la bestia, ni que el café es la sangre corriendo por sus venas. Hay puntos, y comas, borrones y mayúsculas. Suspiros son el aire. Un golpe es la mesa. Se borran treinta o cuarenta palabras. El ojo está observando a la bestia, pero la mano se acerca hacia la taza. Ningún ojo la vigila en su viaje. La taza es una caída, y el café ahora es también la mesa y el teclado. Las historias se han desparramado entre las hojas de un libro y un sitio en la red. El café es un monstruo de dos cabezas. El contador de cuentos se ha marchado. Déjalo todo y salta, le dijo una voz desde algún lugar. Ahora están solos frente a la bestia. Todos ustedes son la historia. El café agotó todas sus vidas.

Este cuento (a modo de prólogo) corresponde al proyecto "Déjalo todo y salta" (el siguiente tras "Esa mirada azul", ya disponible aquí), que se edita a caballo entre el libro del mismo nombre y este sitio del micronón. Los cuentos aquí seleccionados no formarán parte de la edición impresa, aunque sí de la edición digital. 



Imagen de Naran Pardedos

15 abr 2013

La bola de cristal

Un hombre paseaba por una senda oscura y solitaria. La frondosidad del camino se perdió de repente, como cortada por unas tijeras. La oscuridad transmutó en luz y el hombre se encontró al borde de un estrecho y profundo cañón, atravesado por un destartalado puente de cuerdas y madera. En el centro del puente halló a un viejo sentado en una caja, consultando una brillante bola de cristal. El viejo alzó la vista y se lo quedó mirando fijamente, sin decir nada.

–Está bien, está bien –dijo el paseante, como respondiendo a una pregunta no formulada–. Quisiera saber cómo será mi vida dentro de un año.
El viejo frotó la bola y ésta enseguida dejó de brillar. Comenzó a verse borrosa, a oscurecerse y a surcarse de rayitas como las de los viejos televisores perdiendo sintonía. Y, al final, quedó completamente negra.

El viejo arqueó las cejas y abrió los ojos como platos. El paseante interpretó su gesto como de espanto. El viejo se lo quedó mirando fijamente, con las cejas arqueadas y los ojos abiertos como platos. Tras mantenerse así casi un minuto, se levantó de su cajón y echó a correr hacia la espesura del bosque como alma que lleva el diablo.

Dos lagrimones brotaron de los ojos del paseante. Se alzó sobre el pasamano de cuerda del destartalado puente y se arrojó al vacío.

Instantes después, el viejo regresó corriendo, con un paquete de pilas alcalinas en su mano. 





14 abr 2013

Buenos propósitos

Llevaba semanas meditando tan buen propósito. Tomando las uvas hizo la promesa, para sus adentros: como mucho, sólo una mentira al día. Cuando, ya en la cama, el marido empezó con los rocecitos furtivos, supo enseguida que no podría negarse (una vez al año no hace daño), como supo también que estaba a punto de cubrir el cupo diario de su nuevo propósito, ya en la primera noche del año. Como de costumbre, gimió y chilló, porque el orgullo masculino es débil y conviene no herirlo. La alegría por el nuevo año y el vino y el champán hicieron el resto. Por lo visto, se sobreexcedió con los gemidos.

–¿Has disfrutado? –le preguntó él, orgullosamente sorprendido por el éxito de la faena.
No sin pensarlo dos veces y hasta tres, contestó al fin:
–Mira, cariño. La verdad. Ha sido una mierda, como siempre.
–¡¿Cómo?! –replicó él, en un tono que andaba entre el orgullo, el enfado y la vergüenza– ¡Pero si has gemido como una loca!
–Porque he decidido empezar el año con un nuevo propósito. Sólo una mentira al día. Tú deberías hacer propósito también: nada de preguntas estúpidas. Que descanses, cariño. 

"Buenos propósitos", cuento de "Esa mirada azul, 93 cuentos para leer cabeza abajo", ya a la venta aquí.




12 abr 2013

Los besos de la abuela

Una niña va a casa de la abuela. Le encanta ir allí, porque tiene muñecas que son sólo para ella, una merienda como la mejor de las meriendas, sólo para ella, y es consentida como ninguna niña debería ser consentida en diez vidas. Ir a casa de la abuela es maravilloso. El precio a pagar es tedioso, aunque bajo. La niña sólo debe soportar que la abuela la besuquee insaciablemente durante los primeros dos minutos. Luego puede disfrutar de todos los consentimientos que una abuela está obligada a dar por contrato profesional.

La niña nunca sabe qué hará con todos esos besos. Sólo unos pocos años después, lo descubre al fin. 

"Los besos de la abuela", cuento de "Esa mirada azul, 93 cuentos para leer cabeza abajo".




11 abr 2013

Tomando aliento

En este espacio mínimo del micronón, vamos a dejar pasar unos días para tomar aliento y generar nuevos contenidos. Son días ajetreados con el lanzamiento del libro "Esa mirada azul, 93 cuentos para leer cabeza abajo", así que, mientras vamos generando nuevos contenidos, aprovecharemos las entradas de los próximos días para presentaros en este espacio algunos de los cuentos que podréis encontrar en las páginas de este libro.



Conoce aquí más acerca de estos 93 cuentos y del lanzamiento del libro.

Aquí el hermoso regalo que mi buena amiga Irene Matarredona me ha hecho presentando la obra.

10 abr 2013

La muerte

Cuando despertó, la muerte ya no estaba allí.


Este microrrelato es un homenaje al gran microcuentista guatemalteco-mexicano Augusto Monterroso y su microrrelato "El dinosaurio", uno de los más conocidos de la historia de las microficciones: "Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí".




8 abr 2013

Se vende

Ex-mujer por falta de uso. Puede ser cariñosa, pero absténganse capricornios y acuarios. Con o sin niños. Precio a convenir.




7 abr 2013

Principios y finales

–Ya no me escuchas nunca –decía el final del libro. Pero estaba olvidado sobre un estante.

Un día, unas nuevas manos volvieron a abrirlo.

Comenzó a leer: –Hola, ¿vienes mucho por aquí?... 




5 abr 2013

De 1984 a 1789, en mortal con triple tirabuzón

De todas las faltas que podemos cometer en la vida, hay una que deberíamos haber erradicado ya: la falta de memoria histórica. Y hay otras dos que pueden tener consecuencias funestas: la falta de previsión y la falta de visión.

La falta de previsión hizo que el presidente obviara la semejanza de su figura en el plasma con la del monstruo orwelliano de "1984". Obvió también mil detalles más, tales como los límites de la desesperación del pueblo. Incluso obvió sabidurías populares tales como que "a la tercera va la vencida". Y, es curioso, decidió obviarlo en un contexto sociopolítico en el que la amenaza norcoreana era un nuevo motivo de temor e ira. Porque sonaba demasiado al inicio de una tercera gran guerra. Y como al pueblo, que pareciendo tonto puede que no lo sea, dos más dos le sumen tres, puede ésa ser la chispa que despierte el inconsciente colectivo. Y entonces es sólo una cuestión de libre y lícita asociación de ideas. Tercera convocatoria del presidente desde el plasma. Toda chispa enciende una mecha.

La falta de visión hizo que, del otro lado del plasma, el presidente obviara que la sala de prensa a la que se dirigía estaba desierta. La falta de visión hizo también que obviara que, en el plasma, la imagen reflejaba una multitud que se le acercaba por la espalda, como un ejército de zombis incontrolado.

La última falta de previsión dictó que aquella última retransmisión del plasma se pareciera demasiado a otra ocurrida en la prisión de La Bastilla. De 1984 a 1789, un presidente en mortal con triple tirabuzón, sin previo ensayo.




3 abr 2013

Relatividad vecinal

Creyó haber tocado fondo, en el mismo momento y en el mismo punto en que su vecino de abajo creyó haber tocado techo.